martes, 13 de febrero de 2018

… que parece UN CUENTO DE GUARDIAS Y LADRONES,

…pero, que es una historieta real y verídica. Con protagonistas de carne y hueso: la Benemérita y un Par de Pardillos, personajillos que pudieron acabar entre rejas.

Monumento histórico de gran afluencia turística...
Os la cuento como la vi y la viví. Con pelos y señales. Con nombres propios y circunstancias fidedignas. Y después de tantas veces pregonada y relatada, todavía avergonzado y ligeramente sonrojado, doy fe de lo acaecido. Narración bloguera de la que son culpables dos Josés, amigos de este bloguero : Juan José Santos, dueño de la finca y del “tractor de marras”, promotor de los hechos y José Manuel Mangas Santos, ingeniero ilustrado: historiador, investigador, escritor y ratón de bibliotecas y archivos catedralicios.

Primos zamoranos ambos, enraizados en el fronterizo pueblo salmantino de Santiz y vinculados (por legítimo derecho de propiedad el primero) a la histórica finca del Asmesnal. ¡Con restos de Castillo medieval incluídos! y excursión turística veraniega obligatoria en bicicleta de los González y los Regalado, amigos palaciegos de Pepa (¡no te olvidamos!) , Juan José y familia.


El tal Juan José es además promotor y culpable del presente capítulo, al comisionar a su primo ¿majariego?, en encuentro circunstancial, sonsacar relato de la siguiente aventura por parte de tercero. Mandato que el primo José cumplió a rajatabla:


En una plácida mañana del tibio diciembre pasado, el sol acariciaba la animada pista de petanca del Parque de Colón de Majadahonda, cuando el cariñoso y habitual saludo y la dulce sonrisa de una jovial pareja de paseantes, Carmen Jiménez y José (a ellos va dedicado con afecto y agradecimiento el presente capítulo), se acercaba al petanquero Manolo transmitiéndole saludos de su primo zamorano Juan José y solicitando, a recomendación del susodicho, información sobre ”La histórica aventura o latrocinio de la Sagrada”. 

La historieta-cuento, no apta para menores, comienza como sigue:

En uno de los frecuentes encuentros veraniegos entre familiares y amigos salió a colación el preocupante tema del problema socio-económico de la actualidad hispana: la emigración masiva a la ciudad (el aire de la ciudad hace libre) y la despoblación rural. Del alarmante abandono del campo charro era ejemplo la cercana dehesa fronteriza de La Sagrada.

La afición turística y la debilidad por la arqueología, la toponimia, las letras y las lenguas eran asignaturas favoritas de la pareja Palmira-Manolo, compartidas con el amigo alemán Rudi, compañero de juegos léxicos en veladas palaciegas con el diccionario de la RAE como compañero.

En una de las inolvidables meriendas con que solían obsequiarnos, los hospitalarios moradores del Asmesnal, el amigo Juan José, complaciente y voluntarioso como siempre, se ofreció a una excursioncita matinal por el paraje ledesmino de dehesas, con toponimia hagiográfica (nombres de santos) tan seductora como: Santarén de los Peces (santa Irene), Santa Marina, Santo Domingo, Frades de Santa María y… la del escenario del cuento: La Sagrada.

Recreación de nuestra ilustre ilustradora Iribú. 
Con el tractor en marcha, bufando y traqueteando por caminos y roderas irregulares e intransitables y al sol abrasador de agosto en el cenit llegaron los exploradores de La Sagrada a un recóndito lugarejo, abandonado de la mano de Dios y de los hombres. En los confines de tierras ledesminas y sayaguesas, donde se encuentra una alquería muerta. Sin vecinos y sin almas. Y sin rastros de vida. Ni perros, gatos o gallinas. Ni golondrinas, ni gorriones. Ni vestigios de animales domésticos: ovejas o cabras, équidos o bóvidos. Sensación absoluta de tristeza y soledad. Un par de casuchas con corrales, establos y pajares abandonados. Con puertas abiertas y destartaladas. Húmedas y lóbregas alcobas oscuras. Cocinas con restos de cachivaches inservibles abandonados. Un viejo arcón destartalado de madera semi-carcomida sobresalía en un sórdido cuartucho oscuro único mueble testimonial, olvidado o despreciado en la emigración.

Para no volver con el tractor y las manos vacías se le ocurrió al tan insensato como irresponsable Manolo cargarlo en el remolque para , bien pulido y remozado, sumarlo a su humilde museo familiar.

Relajados y tranquilos emprendieron los raterillos el viaje de retorno por el mismo camino que habíamos llevado. El conductor anhelando rematar la faena cuanto antes. Y un servidor, cansino y aletargado, envidiando a unas vaquitas que sesteaban plácidas y felices a la sombra de una encina acogedora.

Perezosamente alcanzamos la meta del Asmesnal anhelantes de sombra y refresco reconfortantes. A nuestra espalda quedaba la larga jornada matinal, acordando en la despedida volver cada uno a su redil, rematar la faena de recogida del “tesoro escondido” en cualquier otro momento y día más oportuno.

Transcurrida la hora de la sagrada siesta hispana, cuando la tarde caía y el sol declinaba hacia los lugares del infausto acontecimiento del saqueo, y un denso cúmulo anunciaba tormenta vespertina, inesperada y sorpresivamente aparecen en La Colina de Palacios Juan José con su esposa Pepa. Llorosa ella y pálido de muerte él.

- “La que hemos armao”- fueron sus palabras de saludo. -Tenemos que ir a declarar a la comandancia de la guardia civil. Poco después de iros vosotros, se presentó en nuestra casa la guardia civil - (tricornio a la cabeza, fusil en bandolera y pistola a la cintura)- acusándonos de robo de enseres en La Sagrada a plena luz del día.”

El notición del verano corrió como la pólvora, aumentado y agravado, por plazas, bares y solanas de Santiz y aledaños.

La justicia tendría la última palabra. Lamento no poder dar cuenta detallada del “proceso judicial”. No recuerdo ni nombres, ni circunstancias del cuartelillo de la guardia civil, ni interrogatorios o sentencias.

Únicamente imborrable pervive en el recuerdo la imagen del momento en que cuando una tarde de un día sin fecha, y por una calle desconocida de un pueblo totalmente ignoto, cual reo que camina hacia el patíbulo, cabizbajo y avergonzado, avanzaba a declarar ante la mirada de mujeres inquisitivas y curiosonas, sentadas en medio de la calle, dificultando el paso.

Siento así mismo no poder comunicar a mis lectores la sentencia, pues el juicio no llegó a celebrarse. Tampoco se supo- ni se intentó averiguar- la identidad del misterioso autor del chivatazo, ni la del afortunado dueño del “tesoro robado”, quien muy pronto arrepentido retiró la denuncia presentada.

Como siempre que ha llovido, ha escampado y las aguas acaban siempre volviendo a su cauce. A los pocos días o escasas semanas del proceso judicial, la pareja de pardillos transgresores sufridores recibieron comunicación verbal de que la denuncia había sido retirada. Y …colorín colorado…

Al ver la luz esta historieta real, recreada en cuento de verdad por un anciano, cuya publicación le llena de regocijo, volvió a amanecer. Una vez más el benéfico sol apareció por oriente para iluminar la tierra y hacer brotar y crecer en armonía cielos azules, verdes praderas y trigales , oscuros encinares y robledales en este rincón ledesmino de fincas de “Santos”.