miércoles, 19 de agosto de 2015

C R Ó N I C A S D E P A L A C I O S V

Historia de un Camino: “AÑORANZA DE UN PASADO PERDIDO. A LOS AMIGOS QUE MARCARON LA HISTORIA DE UN PUEBLO”

El presente capítulo es la prometida continuación a la Historia del Camino del Carbajo, del que transcribo el siguiente párrafo como eslabón de enlace: “lo más apasionante de su historia era el desfile diario y permanente, auténtica pasarela de modelos y variopinto espectáculo de personas y personajes que fueron dictando y transcribiendo su centenaria historia” ( v. cap. IV). Los trabajos cambian. Las formas cambian. Los gustos y los programas cambian. ¡Los Hombres cambian!, pero quedan las huellas, el ejemplo y las verdades imperecederas.                                                                                                                   
A continuación ofrezco una apasionante retrospectiva, “espejo al borde del camino”, de transeúntes - parientes algunos, tertulianos y amigos  todos - cuyos nombres e imágenes, alguna desvirtuada, guardo cuidadosa y amorosamente en el archivo de mi memoria con gestos, palabras, anécdotas, saludos de bienvenida o despedida, chismorreos y noticias oficiales de aldea. Nómina que a la mayoría de mis lectores (oyentes) les sonará a patrañas de viejo, pues la mayoría de los protagonistas eran ya ancianos cuando este octogenario bloguero era todavía joven. Pero aunque más bajitos y pequeños de estatura que las actuales generaciones, eran fuertes como las encinas de los sembrados y duros como los robles del “Saceo”. Nacidos para trabajar, especialmente en estas jornadas veraniegas y en estos días sin fin cuando el sol caía a plomo, implacable, sobre personas, campos y poblados. Viejos amigos desaparecidos, que dejaron sus huellas en estos paisajes y en este camino de carros, hoy espacioso y ancho, transitado principalmente por veloces vehículos de todo tipo de ruedas y motores.       

Sin orden ni concierto, en absoluto desconcierto, se nos van presentando, cada cual a su paso y a su aire. Como la veteranía siempre es un grado, encabezan el desfile abuelos y bisabuelos, a quienes en aras de la brevedad con un calificativo o rasgo característico:                                                                                                                                     

HORTELANOS que en verano, mañana y tarde, iban y venían a los huertos del Carbajo, las Fuenticas, el Caño o la Bandera EN CABALLERÍA (burro o mula), EN CARRO PROPIO o EN EL DE SAN FERNANDO. He aquí los más representativos:                                                                                                                                             

-En caballería María y Goyo mozo, ella despatarrada a lo hombre, capitaneando la vieja caballería. Mudos y abstraídos.                                                                                                                                                                                  

-El tío Jose Manuel de la tía Luisa, tranquilo en su en burro. Atento y bonachón, nunca olvidaba los “Buenos días” o “Buenas tardes”.                                                                                                                                                   

-El padre de José Carlos en mula andadora. No llegué a saber cómo hablaba.

 -El Sr.Venancio, el Chico en mula elegante trotona. (Merece especial mención más adelante por tanto como le debo).

-De la larga Dinastía de los Ra- (apodo que no debe interpretarse como peyorativo, pues RA era nada más y nada menos que una de las grandes divinidades egipcias!), Juan Antonio. Siempre a deshora y contracorriente. Subiendo en su viejita burra blanca cuando los demás bajaban. Hablador, chistoso… En cierto ocasión, hablando de negocios, recuerdo me propuso “cambiar la burra por mi mujer”.

-Enrique, el pastorín, siempre a galope en su burra bandera.

En el “COCHE DE SAN FERNANDO”, a pie o andando, en alpargatas raídas, abarcas o toscas sandalias con piso de goma de ruedas de coche, los dos patriarcas del pueblo:

 -El Sr. Facio y el tío Pepe Álvarez, pequeños ambos, pero grandiosa su ternura y entrañable su afecto. Recuerdo a ambos manejando habilidosamente la guadaña  en el paseo de los frutales. También caminando con el carretillo, la azada al hombro.

-Manuel Rodríguez, releído, amante de la historia , archivero de uno de los documentos mas ilustrativos de la historia del pueblo: “Relación de  emigrantes de Palacios  a las Américas a comienzos del s. XX".

-El Sr. Rafael Vicente, paseante- visitante de su huerte- hoy módelica versión de Elías- dialogante y ameno conversador.
Aris, en su bicicleta, regalándonos un ratito de su tiempo

En BICICLETA, MOTO o CARRO (la técnica y el nivel social avanzaban que era una barbaridad).

Sobre dos ruedas había un trío que se llevaba la palma:

-El famoso Aris, el cartero, canturreando y llevando atada a la trasera de su bicicleta a su perrita de caza. A él debo, a su simpatía y amistad, la sombra que hoy rodea a La Colina, aunque algún gracioso, viéndonos plantar árboles en aquel erial exclamase: "¡Coño! ¡La siesta que vais a echar a su sombra!” (v.foto)

-Rafael Álvarez, el primo fiel guardián de la Colina, siempre pendiente de podas, riegos  o injertos en viña y chalet.  Duro como una roca, con alpargatas y en bicicleta en pleno invierno.

-Esteban, el caminero, con su "moto" y su destreza insuperable en el manejo de azada, pico y pala, demostrada en sus paradas,  ayudas y enseñanzas a torpes aprendices.  (¡Un abrazo agradecido Esteban!)

En CARRO

-El tío Farruco, acompañado  por su hija Transi, sentada en la trasera del carro jugando  con su perrita saltarina  a coger  la vara.

-Alfonso, el charro. Filósofo, sentencioso, dicharachero y refranero, con quien compartía mi afición a los dichos y proverbios.

-Eladio Vicente, canturreando cómodamente sentado en un taburete en el carro. Conservaba alguno de sus versos, pues una de sus aficiones era la poesía. Leído y resabido.

-Virgilio, el herrero. Vecino de viña y huerta. Con afinidades profesionales (mi padre fue también herrero) y simpatías vinícolas. "Sácame un vaso" era su predilecto saludo.

-Constante, fiel alguacil. Con frecuencia bien acompañado por Cesárea, maestro de la jota charra.           

-Juan Antonio Calvo. También a veces en compañía de su media costilla Leocadia. Parco en palabras. De trato dulce  y afectuoso . De rebelde caballería . Protestona y opuesta a las paradas y saludos obligatorios.

-Teófilo, el más cercano en el recuerdo, se marchó sin despedirse, precipitada e inesperadamente. De memoria y charla prodigiosa, contándome con pelos y señales vivencias e historietas inolvidables. 

-Manuel Turrión y su segunda esposa Teresa, quienes aunque en sus paseos no pasaban de las encinas del cruce, disponíamos de tiempo para recordar algunos poemas de su creación.

CABREROS, PASTORES Y BOYEROS: Palacios era tierra de pastores y rebaños, de ovejas, vacas y bueyes. Y de una cabriada, de la que era guardián vitalicio                 

Mariano, cuidando el rebaño de cabras
-Mariano, cabrero  por excelencia. Imborrable su imagen siempre acompañado de su reata de perros, su cuerno, su garrote y su morral. (v. foto)

-Miguel, el de Filomena. El último de la desaparecida profesión, con la consiguiente pérdida del exquisito cabritillo.

Los Rebaños eran numerosos, abundaban las merinas negras, aunque no faltaban las blancas. Y también muchas eran las vacadas  o los vaqueros de categoría y variada calidad y cantidad. Algunos simultaneaban  las dos especies, por ejemplo:

-El trío de los Ras: Clemente, Cencio y Daniel, trío entrañable, campechanotes y cordiales, invitándome en cada pasada a  beber una pinta y comer un cacho en sus respectivas casas.

-La dinastía de los Rivas, en sus diversas ramas y matices: el señor Vicente con su pareja bandera de vacas negras. Manolo, su hijo, quien le iba a la zaga con su pareja, sus mulas, su viña y su huerto. Tertuliano estimado y agradecido. Emilio y Antonio, y el popular y chistoso José, soltero jacarandoso y donjuanesco. Amante de la cháchara y el parloteo. Y otro Rivas: Lucas padre, ameno conversador y antiguo vecino-amigo de mis tiempos en la Repatilla.

Y para no hacer tediosa e interminable esta Ofrenda  pediremos que cierren capítulo, pues se merecen apartado propio: AMIGOS con mayúscula, en una retahíla capitaneada por:

-Cencio, inseparable a todas horas y en todos los lugares, desde la Izcalina, al Carbajo, La Bandera…                                                             

-A mis queridos vecinos de huerta José Manuel y Agustín, entrañables, cordiales y generosos siempre.

-Y al cuarteto, ya tan lejano, de Enrique, Isabel, Dori y Manolo.

-A Jesús Herrero y sus fieles hijos, fans de este Blog.

-Antonio Martín y Joaquín- ¡nunca olvidados y siempre agradecido al recordaros!

También merecen nuestro agradecimiento y aplauso ese largo etcétera de amistades anónimas, albañiles y herreros, braceros o jornaleros, poceros, ganaderos, agricultores y viticultores, quienes  con sus pasos y andadura  han conseguido ensanchar y agrandar este caminito de la “Ancha Castilla! Obra a la que han aportado su granito de arena los numerosos PASEANTES Y PASEANTAS, deporte reducido a su mínima expresión. Dignamente representado en la actualidad por Juli y Jesús y el fiel trío de jóvenes promesas femeninas: Conchita, Mari y Charo. Y los heróicos hortelanos continuadores del casi extinto gremio: Paco el de Esteban, José el de Socorro, Domingo Coca, Palmira y Goyo, Elías, Marisa y Lali. Y el refuerzo de Pablo el de Charo e hijo, agradecida sabia nueva, llegada de Las Arribes, y Miguel y Trini, vecinos, envidia como profesionales de la huerta.
  

Sirva este singular capítulo de cordial y sincero homenaje a quienes nunca fueron homenajeados, a los que fueron y a los que están. A quienes rememoramos agradecidos los mayores y no deben olvidar los más jóvenes, pues, ellos fueron portadores y transmisores de unos valores que no tienen por qué ser sepultados por la modernidad, ya que a ellos debemos muchas enseñanzas y muchísimos gratos e inolvidables momentos. Ellos nos ayudaron a conocer mejor y a querer  los animales y las plantas, el agua, los pozos y las fuentes, la tierra… A ellos debemos, en suma, la realidad y la pervivencia de nuestro pueblo.