martes, 16 de diciembre de 2014

…Y ALGORTA EN EL CORAZON

La memoria en el corazón
elimina los malos recuerdos
y magnifica los buenos.
(García Márquez)

Algorta, al igual que Deusto, atesora multitud de recuerdos, ilusiones y proyectos que han marcado una época y configurado una vida. Algorta es más que un recuerdo. Es muchísimo más. Es una de esas etapas que, por muy lejanas y apagadas que aparezcan, nunca se borran. Algorta destaca por su relevancia, prestancia y señorío en el ayuntamiento vizcaíno de Getxo, y además destaca en mi corazón, por su trascendencia en mi vida familiar (la incorporación de Lucila, una fría mañana del invernal enero vasco). En mi memoria, asociada y agrandada por su proximidad a Berango, tras la arribada de Dori, Pepe y su numerosa e inseparable familia procedentes de Ermua.

Sin linderos ni marcas fronterizas, el término geográfico de Algorta-Berango, o viceversa, se convirtió en armónico dúo asociado a cercanías y entornos hoy todos hermanados y revueltos en el almacén de los recuerdos. País, paisaje y paisanaje: Sopelana con sus dos playas, la salvaje y la moderna; Urduliz con sus peñas, paseo y escalada predilecta de las tres González niñas; 
Peñas de Urdúliz 1968
Lejona con su Martiartu y al final con la universidad; Las Arenas con el puerto, el faro y el muelle de Arriluce (predilecto paseo marítimo vespertino de la familia en las soleadas y tibias tardes algorteñas), su puente colgante, Neguri y Jolaseta albergue de la rancia y encopetada alta burguesía vasca. Y allá en la lejanía, por levante, la “cordillera” del Umbe, cuyo cordal partiendo de las estribaciones de Berango, próximas al Colegio Americano - un hito más algorteño, donde Palmira reinició y disfrutó de su actividad pedagógica - trazaba el bellísimo horizonte natural, recreo permanente diario para la vista desde nuestro salón o desde mi despacho. Lugares, en suma, inolvidables: paisaje, hábitos, tradiciones, costumbres, folklore, cultura y deporte donde se forjaron tantos sueños y querencias, tantas celebraciones y encuentros familiares.

Por eso y por otras muchas razones, este capítulo, más que la tópica recapitulación de memorias, de hechos, vivencias y recuerdos personales, pretende ser canto lírico de un ferviente e implacable romántico, expresión de sentimientos resucitados, paseo de un apasionado correcaminos, reandar por lugares algorteños, tantas veces pateados. De aquellos retazos resucitados, “capitaneando la manada”, Villamonte, nuestra primera vivienda de alquiler,
Descanso en Villamonte 1967
en esta pacífica, elitista y acogedora urbanización residencial. Tal vez la primera urbanización moderna del ayuntamiento de Getxo. Cuando Algorta empezaba a desmadrarse por el norte, el este y el oeste, devorando caseríos, campas y campiñas, iniciando una expansión en la década de los 70, cuando “las familias de clase media decidieron buscar un lugar más confortable para vivir” (según Wikipedia), marcando consciente o inconscientemente esa divisoria socio-política, esa dualidad histórico-antagónica entre margen derecha e izquierda, norte y sur, arriba y abajo que ni comparto ni defiendo.

Puerto Viejo de Algorta - J. Connell

Algorta significó también descubrimiento y conquista. El castellano viejo que echaba de menos la vasta espaciosidad, el cielo estrellado y el gélido burgalés de la meseta, descubría la belleza y seducción del mar, el hechizo del baño y el rumor de las olas, el aroma y sabor del agua salada contrastando con la pobreza y turbiedad de las enlodadas charcas y riachuelos del interior. Y ante todo y sobre todo el singular privilegio de los espectaculares atardeceres y anocheceres crepusculares en la bahía del Abra: el juego de luces en las lejanas aguas de poniente y los luminosos colores nocturnos en el puerto y en los márgenes de Santurce, Portugalete y Ciérbana, enseñoreándose en la caída del Serantes. El cambio de tonos y colores, del amarillo y ocre al verde claro-oscuro de las campiñas vascas compensaba otras ausencias, olvidadas por la sustitución y aparición de nuevos escenarios, ecos y observatorios: los parques de Usategui y Reina Cristina, la avenida de Basagoiti o el Puerto Viejo, Punta Galea y Aixerrota con las maravillosas e inigualables puestas de sol ¡tantas veces disfrutadas! El sol allá a lo lejos despidiéndose en el horizonte marino; agua y luz confundidos en un concierto de colorido reverberante. Y muchísimos más recuerdos memorables de las playas o acantilados de Ereaga, Arrigorriaga, Larrabasterra, Sopelana y Plencia. 
Sopelana 1966

En mi memoria visual, en el plano de aquella Algorta, ya historia, destaca la torre de la iglesia de los Trinitarios, faro arquitectónico de los monumentos religiosos de aquella época (neorománico con numerosas reconstrucciones). Al que habría que sumar la parroquia de San Nicolás (neoclásico de mediados del XIX) aportando a la plaza, corazón de villa, carácter y color de pueblo; y la de San Ignacio, más moderna (neor.-neobizantina) enfrente y en consonancia con la prestancia del Ayuntamiento. Símbolos del desarrollo, modernización y progreso económico en el siglo XIX, de los modestos pueblos de pescadores de la cornisa cantábrica de profunda raigambre cristiana. Perpetuada en la humilde parroquia de San Martín, la nuestra, la de Villamonte, en unos sótanos de la urbanización.

Mas dejemos a un lado la historia y por el señorial Basagoiti, desembocando en la calle principal, hoy Avda de Algorta, endulcemos un instante el recuerdo con un alto en la, tantas veces visitada, pastelería de Zuricalday, giremos a la estación del ferrocarril con el popular cercanías tantas veces frecuentado, crucemos una vez más los desaparecidos pasos de nivel y descendiendo por la Avenida de Salsidu, detengámonos en la calle Kasune. ¡Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivirla nuevamente! El recuerdo algorteño de mayor valor y relieve es el de la calle Kasune y su Nº 1, cuando antaño estaba asociada prácticamente a Villamonte y Villaondoeta. Ambas a rebosar de encuentros, bienvenidas y acogidas familiares, nacionales e internacionales. Algorta era codiciada reserva de profesores de los colegios alemán y americano con los que tantos vínculos nos unían. Pero de esto y mucho más, daremos buen parte en próximos capítulos.

jueves, 27 de noviembre de 2014

DEUSTO en el recuerdo

Podría dedicar páginas copiosas y asignar interminables capítulos a unos fascinantes lugares (Algorta y Bilbao), a una universidad acogedora (Deusto), a unos paisajes y horizontes de montaña y mar ensoñadores, a un río (el Nervión) y a una ría que me acompañaron diariamente durante una larga década y fueron conformando mi profesión y consolidando nuestra familia: primero con la llegada de Lucila, posteriormente con la próspera arribada de González y Regalados. Y cerrando ciclo con la conquista de Joseba y los Alonso.

El Bilbao de entonces, irreconocible hoy día por su belleza y modernidad (sus puentes, rascacielos y museos), figuraba en la agenda cultural del charro, emigrante- trotamundos que retornaba a la patria, como ciudad industrial y futbolera. Con altos hornos humeantes y contaminantes y una ría contaminada por la industria de sus márgenes. Ciudad animada y poblada por barcos y buques mercantes nacionales y extranjeros, que seducían al recién llegado del norte de Europa buscando en su matrícula el puerto atlántico de procedencia. Río y ría eran escenario a dúo de regatas y gabarras cargadas de bilbaínos, grandes cantores, juerguistas y marineros, según pregonaban con sus cánticos: "Por el río Nervión bajaba una gabarra "o "Desde Santurce a Bilbao", "Apaga luz Mari Luz apaga luz", "Los borrachos", "Maite yo no te olvido", etc. etc.

(foto: Blanca González)
Pero como los recuerdos se acumulan y las escenas y vivencias se atropellan - intentaré recapitular en dos jornadas profesión y universidad, familia y sus circunstancias. Por deferencia demos prioridad a la primera: Universidad de Deusto. Hablar de Deusto significa rescatar un puente levadizo de este apodo que abría y levantaba sus dos gigantescas hojas metálicas cada vez que solicitaba paso el insistente y penetrante silbido de un barco. Evocar una barriada famosa que fue por sus tomates y por acoger a parte de mi familia y amigos, por su popular ribera y cervecera y la concurrida y animada avenida de asfixiante circulación, con restaurante, cafetería, pastelería y sala de fiestas de rango, la Casa Vasca. Y ante todo famoso por su apeadero, el colegio mayor y una universidad que prestó y presta fama y renombre al país vasco. Universidad con significación polisémica. 

O para mejor entendernos, cúmulo de metáforas dispares: Regalo de Reyes (llegaba a Bilbao este bloguero con su familia un 7 de enero), reserva intelectual jesuítica, umbral de puertas abiertas a campo profesional prometedor, ventana a un nuevo mundo de horizontes menos sombríos y más esperanzadores, puesta en marcha del contador de mi carrera académica, importantísima etapa de aprendizaje multidisciplinar en las aulas y en la vida. Deusto acababa de ser reconocida en 1963 como Universidad de la Iglesia por el estado español, lo que supuso un renacimiento, un caminar hacia arriba y adelante, una adaptación a los sistemas, especialidades y demandas de los modernos tiempos universitarios, superados los vetustos fundamentos humboldtianos y jesuíticos decimonónicos. La afamada Comercial del P. Carmelo Bernaola, señera en el campo de la economía y derecho de empresa, compaginando titulaciones con Derecho, convertida en institución pionera y centro español de rango nacional, el ICADE madrileño como secuela. También la facultad de Filosofía y Letras, como se denominaba entonces, fue abriendo paso a la progresía y modernidad. Las clásicas filosofía, teología e historias se vieron rebasadas por las modernas filologías y licenciaturas en alemán, francés e inglés. El alumnado y profesorado creció como la espuma. Profesores seglares extranjeros dirigían algunos de los nuevos departamentos y alguno de los llegados de fuera ocuparían secretarías y vice-decanatos. La apertura fue generalizada. La mujer irrumpía por primera vez en claustros y cotos machistas. Y a tal grado ha llegado el aperturismo y desarrollo que, con admiración y beneplácito compruebo en Internet que vicedecanas y vicerrectoras regentan alguna de las modernas facultades del pabellón de cristal, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas y la de Psicología y Educación. Mujer es también la Secretaria General de la Universidad. 

Escalinata principal (foto: Blanca González)
Pero retornemos a mi pasado. Con el curso ya en marcha, en un enero cualquiera, debutaba en aulas universitarias. Los comienzos fueron coser y cantar para el novato docente universitario. La matrícula en Filología Alemana - el alemán apenas figuraba como lengua extranjera en el bachillerato español - se reducía a Pilar Pastor, alumna procedente del Colegio Alemán, y a José Mª Taberner, catalán residente en el Colegio Mayor de la Universidad, brillantes e inteligentes ambos, compañeros más que alumnos los dos. Las ventajas de una docencia personalizada tenían sus pros y sus contras. Las clases eran una tertulia. Pero la escasez inicial de alumnado se suplía con acumulación de asignaturas a impartir: Literatura, Cultura y Civilización Alemanas y Lingüística Germánica (obligatoria también ésta para los alumnos de filología inglesa lo que aumentaba considerablemente la asistencia). O con cargos académicos: comenzando por director del Departamento de Alemán, pasando por Vicedecano de Letras y Secretario de Facultad. Y otras cargas o cometidos menos pesados y onerosos, honrosos y gratificantes: relaciones públicas, sociales y humanas. Con mi flamante Opel Record alemán, me correspondía rendir honores de bienvenida, presentaciones, acompañamientos o despedidas en estaciones o restaurantes a ilustres profesores invitados de otras universidades: Madrid, Valladolid, Salamanca, Alemania… Merecen ser recordados: Don Emilio Lorenzo, paisano paternal (Académico de la Lengua) y Hans Juretschke, futuros compañeros y patrocinadores en la Complutense. Pero armonizado con el clima, sus paisajes, sus gentes y sus costumbres, el soleado y primaveral Deusto de los floridos magnolios de su antiguo pórtico y la embriagadora rosaleda de la Comercial, su recuerdo está salpicado de las inevitables sombras. 

La vida es antojadiza y estricta siempre. De aquel claustro numeroso que entre numerarios, agregados, adjuntos y auxiliares pasaba del centenar ya no están o ya no son la inmensa mayoría. Muchos se fueron hasta del recuerdo. En el corazón pervive el grupito de los fieles. Los íntimos e inolvidables. Amigos y compañeros que dejaron su impronta en el advenedizo “Herr Doktor” importado de Alemania. Para ellos, representados en este singular cuarteto, este brevísimo recordatorio de homenaje y agradecimiento.

Luis Lázaro Uriarte: vasco barojiano. Aún te veo Luis siempre con el cigarro en la boca, mascullando y regalando arte a espuertas llenas, con las más hermosas palabras de crítico y profesor de arte. El mejor elogio de despedida última hace unos años llegaba de uno de tus ilustres exalumnos, Zugaza, director actual del museo del Prado al recordar a su maestro de historia del arte en Deusto, Luis Lázaro. Culto entre los cultos. Lector insuperable. ¡No sé cuándo dormías! ¡Todas las semanas caían tres o cuatro libros en tus veladas literarias hasta las tres o cuatro de la madrugada! No había por donde pillarte. Generoso y espléndido. En nuestro salón cuelga alguno de los valiosos cuadros que nos regalaste, unos más del rimero que atesorabas como presentador codiciado de exposiciones en galerías o salas de arte bilbaínas. 

Carlos González Echegaray: cántabro universal. Historiador, lingüista-africanista, bibliógrafo. Ante todo humilde y cordial. Dulce y callado. Bibliotecario de la Menéndez Pelayo santanderina, Archivero de la Diputación foral de Vizcaya, nos dejaste para siempre el pasado año como Director de la Hemeroteca Nacional de Madrid, donde nos vimos por última vez. 

Ricardo de Ángel: Por méritos propios, aun siendo profesor de la Facultad de Derecho, mereces ser incluido en esta nómina de Letras, por ser amigo de todos. El más joven del claustro. Frisaba los 30 cuando nos conocimos. También el más pequeño de estatura. Pero de talla excepcional como profesor y persona. Sintonizamos muy pronto y ambos fuimos los primeros vicedecanos seglares en nuestras respectivas Facultades. Acabaría de Decano. De humilde familia sestaorra, estudiante siempre becado y sobresaliente, fue premio extraordinario fin de carrera en el distrito universitario de Valladolid. Relevante jurista y abogado bilbaíno hace unos años fue nombrado Doctor Honoris causa por la Universidad de Buenos Aires. 

Winfrid Arnold: lector de alemán. Austriaco con aires y portes prusianos, fraternal compañero. Apoyo y contrapeso al pequeño, tierno y fácilmente abordable jefecillo.

El recuerdo de Deusto, aunque oscurecido y envejecido por la distancia de los años y el destino, permanece fiel y firme. Inolvidables las atenciones y amabilidades: La hospitalidad de los de dentro y los de fuera: De los primeros o los de casa, los compañeros jesuitas que todavía residían en la planta superior: Juan Luis Cortina, Juan Churruca, Javier Petrirena, Ignacio Elizalde… De los de Arriba y los de Abajo: Rectores P. Ferrer Pi y P. Reyzabal, P. Santamaría y Ramón Areitio decanos. Compañeros de fuera. Ilustres especialistas en su materia a los que Deusto sirvió de trampolín y academia de paso, y que aterrizaron más tarde en puestos de rango y como catedráticos, en universidades nacionales o extranjeras: Madrid, Salamanca, Alcalá, Vitoria, Michigan etc. Omito nombres para no caer en omisiones. Entre los de abajo, rápidamente sintonicé con personas de todos los gremios y estamentos: secretarias(os) y bibliotecarias(os), bedeles y jardineros… Pero la vida además de antojadiza es mandona. La psicosis de inestabilidad profesional, la incertidumbre y la obsesión epocal por conseguir un puesto oficial fijo provocaron nuevo planteamiento de futuro. En menor escala que en Alemania, pero seducido por tentadoras promesas de amigos mayores foráneos, comencé a sentirme incómodo, en mi presunción de ciudadano del mundo, en la estrechez del Pagasarri y Archanda, de Enécuri y del Serantes, y acuciado por las circunstancias políticas. La oferta y llamada de la universidad pública, la Complutense madrileña, se convirtió en manzana tentadora. El consejo familiar consideró también oportuna la llegada de la hora del cambio, cuando Antje comenzaba ya los estudios universitarios.

Ello no significaba ni deserción ni descontento. DEUSTO – su Universidad- continúa en mis duermevelas girando en torno de mi cerebro.Y en ese baile participan mis fieles compañeros y alumnos, mi despacho, sus aulas y pasillos, su cafetería y sus capillas, su adorada fachada central, su escalinata y sus dos magnolios guardianes protectores regalándome sus flores, su verdor y su sombra, y la constante y fiel compañía de la Ría. ¡Y tantos casos y cosas! En el balance global pesa más lo que aprendí que lo que enseñé. Más lo que recibí que lo que aporté. El “Kleinman” (pequeño hombre) brechtiano, se despedía transformado en individuo multidimensional con ribetes de humanista universal. 

En esta retahíla de ecos y recuerdos, algunos desdibujados, permanecen nítidos y cercanos: Un reloj en mi mesa de trabajo, regalo de valor incalculable, de dos de mis fieles alumnas, Mar Pérez y Carmen Izarra, hoy profesoras, representantes de Deusto en El Escorial, en el VII Congreso de Germanistas Abril 1992 “Homenaje a Manuel José González”.

Visita a Deusto en abril 2011:
entrañable reencuentro con Carmen Izarra (foto Blanca González)

 El gesto más cálido de agradecimiento y cariño de Carmen Izarra abrazada a mi vetusta naturaleza durante la visita familiar a Deusto en nuestra excursión familiar a Algorta-Bilbao en abril de 2011. Como oro en paño, aunque empolvados, conservo también los primeros volúmenes de “Letras de Deusto”, prestigiosa publicación de esta universidad, cofundada con el Padre Elizalde y varios compañeros en 1971, y que para mi gran sorpresa continúa aun publicándose.¡Chapeau! Caso insólito en este tipo de publicaciones. Igualmente almaceno varios trabajos- excelentes en su mayoría- de mi último Curso de Doctorado en Deusto: “El carácter de Don Quijote y Sancho. Primera interpretación en una lengua germánica”.


Y por último, y como testimonio gráfico, esta amarillenta foto histórica - ¡la única¡ - directamente vinculada a mi actividad deustoarra: un periodista de HIERR0, (Eguillor), diario bilbaíno de aquellos tiempos entrevistando en el nuevo y flamante Instituto de 2ª Enseñanza de Guecho al secretario y responsable del VII Curso Internacional de Lengua y Cultura españolas de Deusto (1968). Como algorteño quijotesco y amante de mi nuevo pueblo propuse trasladar y organizar en Algorta - mar, playa, paisaje y vacaciones - los cursos de verano para extranjeros, en vista del escaso atractivo que ofrecía Bilbao, entonces ciudad industrial. El resultado fue exitoso y satisfactorio.

Si bien el ensayo fue golondrina de un par de primaveras, y ya que nos encontramos en la acogedora y hospitalaria Algorta, reservémonos y reservémosla para próximo capítulo.

sábado, 25 de octubre de 2014

CRÓNICAS DE PALACIOS ( IV)

Historia de un Camino:  “EL CARBAJO”

(Escrita en La Colina de Valmiguel y dictada por los innumerables transeúntes y paseantes que confirieron carácter y vida a un pueblo.)

La seducción y el interés por la toponimia me han acompañado siempre inexorables en mis viajes y lecturas. La llegada avasalladora y triunfante del estructuralismo, acabó sepultando esta rama de la lingüística, dejando sin respuesta tantas tentadoras interrogantes.

Una de las que todavía continúan intrigándome es la del topónimo “Carbajo” en Palacios del Arzobispo. Nombre del camino, calzada o ruta que, bordeando nuestra Colina de Valmiguel, conduce al área de huertos, regadíos o minúsculos terrenos de jaras, carrascas o minifundios de cultivo. Por fortuna, el diccionario de la RAE me dio una pista al derivar “carbizo” del salmantinismo “carba= matorral bajo de carbizo”, raíz ubérrima de la que derivan en gallego, portugués y castellano los abundantes gentilicios y topónimos: Carballo, Carbajal, Carballino, Carballeira, Carbajosa, Carballedo, Carballeda, etc., etc. Puede tratarse en nuestro caso de un desaparecido robledal, o bosque de carbizos, a continuación del actual carrascal, el encinar que seguiría a nuestro “Valmiguel” y a la ermita de “Santa Lucía”, ubicados tal vez en el actual polígono de Valzamorano.

Bella y resplandeciente al primer fulgor de la mañana
(Foto: Miguel A. García)
Pero, vayamos al grano. El “Camino del Carbajo” debió ser en tiempos inmemoriales una de las vías de comunicación más importantes y transitadas del pueblo. Tan importante como que en la época de las mestas fuera calzada y en siglos pasados confín de procesiones o calvarios, según testimonia la histórica y escueta cruz de piedra, antiguo “humilladero o cruz de la calzada” que se alzaba en el camino de herradura, antaño confluencia de camino y calzadas, hoy mermado, tras la concentración parcelaria y catalogado como Cordel de la Izcalina. Precisamente este Camino, y este mismo lugar, fueron escenario de uno de los recuerdos más gratos y pintorescos de mis viajes a Palacios “a ver la novia”. En honor a la historia de nuestro pueblo, y como añoranza del pasado, bien vale la pena ser narrado con la pluma e inmortalizado con el lápiz como testimonio de que el pueblo era otro mundo.

Elegante y sombría al atardecer,
engrandeciendo el paisaje otoñal
(Foto: María J. Herrero)
Entre los festejos populares de aquellos tiempos - el pueblo era otro mundo y los pasatiempos y distracciones otros - figuraba, como uno de los de mayor raigambre, colorido y tradición en los jolgorios de carnaval, la Fiesta de los Quintos y el Correr los Gallos. Protagonistas del grotesco, cruel y primitivo espectáculo - hoy desaparecido - eran los quintos del año, cada cual en su rocinante. Los pobres gallos eran las víctimas propiciatorias condenadas a morir decapitadas, colgados por las patas a una soga atada en lo alto de la viga de dos carros apalancados a uno y otro lado del camino y próximos a la Cruz de la Calzada.

La carrera - todo, menos atlética - se reducía a pasar cabalgando al trote, al galope o a la voluntad o facultades de la cabalgadura, por debajo de la soga y decapitar al inocente plumífero arrancándole la cabeza. Tarea nada sencilla, pues, dos jueces, parapetados a uno y otro lado de la cuerda, la tensaban, subían o bajaban, cuando el jinete intentaba atrapar la presa. Se sucedían escenas cómicas y divertidas, delicias del público, cuando el inexperto “sancho”, queriendo atrapar el botín con ambas manos, soltaba las riendas de su rocín viniendo a dar en tierra con su humana naturaleza.

No puedo (ni debo) pasar por alto mi participación, aunque indirecta, en uno de esos festejos: como en aquellos duros años cincuenta de postguerra y prolongada miseria abundaban en los pueblos las humildes familias obreras que no disponían ni de un miserable rocín, presté mi caballo a uno de los quintos del año, al rubito Emilio, hermano de Paco Garzón (1).

Salvado este imborrable episodio de mis Memorias, retornemos a nuestro “Camino” y a su trascendencia. Debo puntualizar que era un camino de baches, guijarros y pedruscos a diestra y siniestra - tortura de mi Volkswagen y de nuestro primer Opel Rekord. Como he insinuado con anterioridad, ésta - por supuesto todavía sin asfaltar, al igual que la carretera - era una de las principales vías de comunicación del municipio: este camino vecinal, además de llevar a la parada del coche de línea, ubicada en la actual entrada del chalet Entrencinas, conducía al “Extranjero”: a Santiz, a Peñausende, a La Izcalina, a Valdelosa, a Mayalde y al Cubo, a toda la Tierra de Sayago y a la Tierra del Vino. Y por supuesto, a la capital de Zamora, a Los Huertos del Saceino, a Los “Cerracines”, a Las Fuenticas y al Carbajo. Camino pecuario y de carros que ha ido ensanchándose y cobrando importancia, al convertirse con el desarrollo en paseo turístico obligatorio a Los Molinos del parque eólico Teso Santo y a las onduladas y parduscas colinas de los poblados pinares de los tesos, hoy goce deleitoso de una de las panorámicas más bellas e impactantes de la llanura charra, enmarcada por las serranías de Béjar y de la Peña de Francia y las primeras elevaciones de Gredos.

Nuestro “refugio vacacional” fue levantado al borde de este camino, en “La Colina de Valmiguel”, etiquetación topográfica al alzarse en un cruce de caminos, en un altozano que servía de atalaya y minarete y servicio de intercomunicación con viandantes y variopintos transeúntes.

Cruz y encina, hitos gemelos castellanos
(Foto: Miguel A. García)
“Se hace camino al andar ” pregonan el poeta y el cantante. Sin embargo, me asalta la duda y me inquieta siempre la misma interrogante al cavilar sobre el origen de los pueblos: ¿ hacen los hombres al pueblo o es el pueblo el alfarero de los hombres? Y la misma pregunta me asalta al aplicarla a los caminos, y a las casas y las cosas. Pues, este camino del Carbajo es un camino singular. Camino con historia cambiante según las estaciones: frío y relegado en invierno, animado y frecuentado en primavera y verano. Resultado primoroso de sus viandantes que, durante la temporada de los huertos, lo transitaban, mañana y tarde, para las tareas de siembra, regadío y recolección. Este camino lo trazaría el hombre, pero lo ejecutarían las pesadas ruedas de hierro de los carros y las pezuñas y cascos de los miles y millares de ovejas, cabras, vacas, burros y mulas que, paulatinamente, en el discurrir de los siglos, lo fueron convirtiendo en calzada y vía pecuaria por antonomasia. Y no olvidemos la aportación de las abarcas, chancas, alpargatas, botas y primitivo tosco calzado de los correcaminos de a pie.

Hasta que llegó la modernidad, la industralización y la mecanización del campo. Y todo empezó a cambiar, para bien y para mal - subrayemos lo primero. El asfalto sepultó piedras, arenas, cantos rodados y barros. Y llegaron las bicicletas y las “amotos”. Y los coches, camiones y tractores. Cosechadoras y gigantescas excavadoras. Palas allanaterrenos y monstruos de ocho ruedas, “revientacaminos” y “trituracarreteras”. En suma, que los caminos los hacen y deshacen los humanos, secundados por las tormentas, los animales, los temporales, árboles y plantas. Pero, lo más atractivo de este camino de carros o de herradura - que ambas acepciones son válidas - y lo más apasionante de su historia, era el desfile diario y permanente - auténtica “pasarela de modelos” y variopinto espectáculo - de personajes que fueron transcribiendo su centenaria historia. Recordaré a su tiempo a tantos y tantos protagonistas - actores que animaban y daban vida a La Colina de Valmiguel, estación obligatoria de parada y mentidero para muchos de ellos. Me limitaré a una sucinta relación de nombres, sin orden ni concierto, con alguna pincelada caracterológica de algunos de ellos. Pretendo que sea cual “espejo al borde del camino”: “retrato de grupo” de unas gentes y una época fascinante, cuyo recuerdo conservo grabado amorosamente en mi álbum palaciego. Pero mejor será - porque se lo merecen - un capítulo a parte.



sábado, 27 de septiembre de 2014

ANDERE LÄNDER ANDERE SITTEN / Otros países otras costumbres

Hojeando álbumes de anticuario, deporte mnemotécnico recomendable cuando el futuro ya no cuenta y el presente se alimenta fundamentalmente de recuerdos, me tropecé con una amarillenta e insólita crónica de tres páginas en papel cebolla, fechada en Frankfurt el 1 de mayo de 1965. Aunque fuera de contexto y de lugar - otra vez Alemania como pretexto - y como “el vino añejo es leche para el viejo”, no puedo resistir la tentación de reproducirla, reducida y retocada, para mis fieles lectores. Quiero que disfruten, más que de las palabras, de la belleza, el encanto y la felicidad que transmiten las imágenes y palabras de quien ya por aquellos tiempos se recreaba con pasatiempos literarios.

FRANKFURT, 25 ABRIL 1965. Dominica in albis o Weisser Sonntag (Para Antje y Emma - entonces la llamábamos Puppi - en el día de su Primera Comunión)

”Alta cayó este año la Pascua. Y consiguientemente también el domingo que la sigue, conocido en la liturgia latina como “dominica in albis” y en la alemana como el “weisser Sonntag” (domingo blanco). Y a fe que lo testimoniaba la belleza de la naturaleza tocada de tulipanes, fresias, jacintos y toda clase de blancas floraciones y las túnicas o vestiditos blancos de las niñas en la fiesta de su primera comunión. La animación comenzó la víspera. Las ilusiones acompañadas de las sorpresas aumentaron con la llegada del cartero. Las primeras felicitaciones traían marca española: el cariño de los abuelitos María y Clemente desde Palacios, el recuerdo, en forma de postal de la calle Cabarrús de Salamanca - la felicitación navideña de tío Valentín ¡siempre la primera!-un gran paquete de los Gafron, vecinos de la Paul Ehrlichstrasse, tanto más agradecido por lo inesperado e inmerecido; una maceta de flores y unos libros del siempre atento y afable Herr Hoder, director de la Handelsschule de Farbwerke, felicitaciones del inolvidable Goyo Ruíz y del atento Padre del Rey; una maceta de Beate y Cornelia, vecinitas amigas de las homenajeadas; chocolates y bombones, y más flores y… hasta 5 DM.- (marcos alemanes) de la caja de ahorros.

Weisser Sonntag


Con el alborear despertó el bullicio y la animación en el 28 de la calle Ludwig Hensler de Unterliederbach. Un cielo gris del “abril vil al principio al medio o al fin” se extendía desde las lejanías del Taunus hasta las cercanas chimeneas humeantes de las Farbwerke. –“Wie schön dass ich heute kommuniezieren kann” (¡Qué bien que hoy ya puedo comulgar!). Era la vivaracha Emma haciendo gala de su alemán y de sus encantos infantiles. Los preparativos - incluso los vestidos de las tres hermanas - habían sido meticulosamente solventados por la liebe Mutti y la insuperable Cele. A las 8 en punto - según meticulosa e intempestiva programación germana - salía la familiar cabalgata hacia la casa parroquial.


La pequeñuela Blancaluz no quiso ser menos que sus hermanas y también iba elegante, de punta en blanco. Antje y la Puppi resaltaban sus encantos con sencillos vestiditos cortos y conjuntos de zapatos, calcetines, guantes, turbante y misal alemán blancos en consonancia con la ceremonia y solemnidad del weisser Sonntag. ¡Cuán diferente de la cursilería española de los vestiditos de novia o de marinero! Los niños en Alemania vestían trajecito gris y pantalón corto. Herr Tiepmar, el papá de Cornelia, la inseparable amiguita de Antje, como experto aficionado a la fotografía, esperaba ya, cámara en ristre, a la puerta del jardín inmortalizando la partida.


En nuestro Opel Rekord llegamos a la parroquia. Tráfico y ajetreo superior al de costumbre. Afluencia de coches y peatones por la Königsteinerstrasse. Encuentro con familiares y amigos de comulgantes conocidos. (Omito hoy nombres cuyos portadores se han esfumado de mi memoria. Menciono los de algunos niños/as, tal vez recordados por Antje o Emma): Regina y su hermano, Gaby y Paulo, Katja, Ingrid. De la casa parroquial desfilaba hacia la entrada principal de la iglesia la cabalgata. En primer término los niños, todos con su modesto trajecito gris. A continuación algunas parejas mixtas-hermana y hermano- y seguidamente las niñas, las dos españolitas de las primeras. La iglesia engalanada y ordenada según cánones alemanes. Cada niña/o tenía asignado su puesto. Los bancos reservados de la izquierda para las niñas, para los niños los de la derecha. Antje y Emma en primera fila. De agradecer la deferencia con las extranjeras. Las campanas de bronce alemán atronaban de solemnidad el festivo ambiente. El público agolpándose en el atrio del templo. Allí esperaba ya emocionada nuestra querida Cenzi Kässbohrer, antigua fiel viejecita y dulce vecinita de Paul Ehrlich, viniendo ex profeso desde la lejana Baviera para acompañarnos. –“Goldig!”- (preciosas!) fue la única palabra que pudo pronunciar emocionada con lágrimas en los ojos al ver a nuestras niñas. Puntual estaba también Ruth Lohse, leal compañera de la AEG, quien, aunque hija de pastor protestante no quiso perderse la ceremonia católica cantando durante toda la celebración con entusiasta atención. También habían llegado los Peris, naranjeros de Castellón. Allí esperaban también el Padre Larrauri y la hermana Soledad. Y más tarde llegarían la Tante Lola y el Onkel Pepe acompañados de la Tante Hönge con su hija Anamarie. (foto de grupo) La misa fue solemne, como todos los actos litúrgicos alemanes. Todos los fieles cantando. Todos con su misal en la mano y con las partituras y anuncio de las canciones en pantalla. Hasta los niños interpretaron en coro y magistralmente oraciones ensayadas para la ceremonia que se extendió más de lo habitual. Y también interminable fue el desfile de felicitaciones y enhorabuenas a la salida solemnizado por el volteo de campanas y el tumultuoso y festivo cortejo. Y la inevitable foto de los protagonistas. 

El tiempo, generoso arrepentido, se tornó espléndido, y hasta soleado, acompañándonos hasta el lujoso hotel restaurant de la Jahrhundert Halle de Hoechst, donde nos esperaba un frugal desayuno. Andere Länder andere Sitten. Nada de banquetes y festines desorbitados a la española. Hubo café y chocolate con pasteles y canapés variados.

Otra vez en marcha la familiar caravana dirección Ludwig Henslerstrasse.(Foto de grupo) Las nubes volvieron haciendo de las suyas y la lluvia no cesaría ya en todo el día. Pero fue en nuestro adosado donde se desató una verdadera tormenta de atenciones y amabilidades. El timbre-telegrama de los abuelitos, el teléfono-felicitaciones-locales y del exterior, desempaquetar y desenvolver regalos, exclamaciones de júbilo y admiración… nunca habíamos esperado tantas muestras de cariño y amistad. Desfile incesante de vecinos y amiguitas/os de nuestras niñas. Como muestra algunos nombres: las ya mencionadas Beate y Cornelia, Christine y Susanne, Beate y Stefan Schmidt, Heike… y de entre los mayores: Frau Buntrock, Herr Weber, Martin y Trautel Murtfeld etc. Hasta los de la florería y pastelería, católicos ambos, aportaron su granito personal de deferencia a este homenaje a la amistad y religiosidad entre los pueblos. A las 14,30 niños y niñas de la Primera Comunión se dirigieron nuevamente a la parroquia en acto de acción de gracias y ofrenda de las velitas que lucirían en el altar mayor durante las ceremonias litúrgicas del año.


Al día siguiente el cartero se encargó de prolongar la fiesta con el reparto de paquetes, felicitaciones y enhorabuenas llegadas básicamente de España: de tía Tina y tío Nacho, de tía Chon y tío Luciano, de Adelita y sus padres…


PS.: Con estos suspensivos el reportero ponía final a esta crónica, sucedáneo de la tradicional carta que oportunamente enviaría a familiares y amigos. Y este bloguero la rescata y resucita fiel a la máxima de que “la tierra donde has formado una familia hay que quererla y recordarla en aras de la lealtad”.


Majadahonda, a 25 de Septiembre 2014



domingo, 14 de septiembre de 2014

AUFWIEDERSEHEN DEUTSCHLAND!!!

Danke schööönnnn!!! 

"De caballeros es ser agradecidos", rezaba un viejo dicho castellano, cuando para demostrar agradecimiento no se precisaba ser jinete o tener caballo, ni aderezar abures o agures. El presente capítulo enzarza adioses y agradecimientos a la par. Un adiós que confirmaba que nuestra estancia en Alemania había valido la pena. Agradecimiento  por la dadivosa deferencia y afable acogida tedescas, redondeadas con la metamorfosis de Deutschland en nuestra "zweite Heimat" (segunda patria). Reconocimiento por habernos enseñado tantas cosas y transmitido tantos valiosos valores que, no es el lugar ni el momento de listarlos. Aprendimos a viajar por toda Europa y a volar como las aves de paso, salvando fronteras sin retornar nunca al mismo nido. Y "a ensanchar nuestras mentes", que diría Octavio Paz. Atesoramos reglas y normas, modos y modales desconocidos aquende los Pirineos.

Foto de despedida de la familia Dettmer
en su Jagdhaus del Taunus

Aquella familia de emigrantes españolitos en Frankfurt había logrado ganarse relaciones y amistades personales y profesionales, y conquistarse aprecio y estima en la capital del Main y en la barriada de Unterliederbach. ¡Cuán distinta la cálida despedida de la tibia y recelosa acogida inicial, al asociarnos en nuestra llegada al postergado gremio extranjero de los Gastarbeiter (¡currantes invitados!). Se sucedieron las invitaciones y celebraciones: agridulces, afables y amistosas en su mayoría, como demuestra la foto adjunta.


Escenas entrañables como la que pondrá punto final al presente capítulo. Obsequios y recuerdos de toda índole: libros y grabados en primer plano. Pañuelos blancos, mudos adioses cálidos, desde  algunas ventanas en la Ludwig-Henslerstr. y en la barriada de Unterliederbach, para hacernos más llevadera la última despedida en una gélida mañana de enero nórdico.

Y como remate de capítulo y etapa tan trascendental es la historieta prometida, resumen paradigmático de comportamiento ejemplar y simbólico  de un pueblo que, aunque catalogado de cabeza cuadrada y mente kantiana, su corazón es ejemplo de grandeza y humanitarismo. Había anochecido. La casa desnuda y vacía agrandaba el silencio y nostalgia convertida en incómoda sala de espera. El nerviosismo familiar  crecía con la llegada de la noche y la tardanza de la esperada alborada de partida. Todo ordenadamente planificado, menos la inesperada e intempestiva llamada al timbre. Un chavalote rubio, un mozalbete  compañero de juegos, fútbol y "Federball" (badminton) en la calle del barrio, aparece en la puerta con un una botellita de dulce licor en una mano y tres copichuelas en la otra. Resumo traducido el contenido de su mensaje:

"Vengo a brindar con ustedes. A desearles muy buen viaje y mucha suerte en España. Y a darles las gracias por lo bonita que ha sido su vecindad en nuestra calle. Prosit! (¡salud!)". Recíprocas fueron nuestras últimas palabras acompañadas del más cordial abrazo y del más efusivo "Danke Schön!"

Huelga todo comentario.

sábado, 28 de junio de 2014

EL RETORNO A LA PATRIA

Las tres niñas iban creciendo y creciendo. Irradiando alegría y animación. Bullicio y belleza. Correteando, cantando y jugando. Convirtiendo la mansión de los González en Unterliederbach (Frankfurt), según metáfora afable y amistosa, en la envidiable y operetística mansión de “Das Dreimädelhaus” (la casa de las 3 muchachitas) de Schubert. Las tres muchachuelas ampliaban el círculo de amiguitas del barrio, algunas para toda la vida como es el caso de Cornelia Tiepmar. Paulatinamente iban adaptándose y disfrutando de costumbres y hábitos alemanes. Y sometiéndose, como unas más de la infancia de la zona, a la normativa escolar obligatoria. El alemán era para ellas coser y cantar: la primogénita conquistaba elogios y aprecios de su maestro en los primeros puestos de la clase y regresaba feliz del cole con su gorra y su mochila; Emma iniciaba su debut en las aulas- de las que no ha salido hasta hoy día- cumpliendo, seria y responsable, con la folclórica tradición alemana de gorra y Tütte (cucurucho) con golosinas el primer día de clase; Blanca tornaba del Kinder exultante, saltarina y juguetona al jardín de casa.



También Palmira y yo estábamos aclimatados y acomodados al nuevo entorno. Conocimos paisajes y personajes tan distintos y diferentes... Integrados en una nueva sociedad. Aprendiendo de personas y personajes de ideologías y clases sociales opuestas conviviendo pacíficamente. Conformándonos al ritmo de vida y cultura germanas.

Sin embargo… el tirón de la familia y la patria iba cobrando cada vez más fuerza. Además, en la Alemania del bienestar, rebosante de emigración italiana, española y turca, aparecían los primeros brotes de solapada xenofobia y, tras el largo periplo de casi una década, comenzaba uno a sentirse forastero en tierras extrañas. La carencia de sol, luz y calor eran también factores determinantes. Mas, ante todo, principiaba a preocuparnos la educación de nuestras hijas a la vista de desafortunados y desaconsejables ejemplos en familias extranjeras residentes en Frankfurt.

Había llegado el momento de recapacitar sobre el retorno a España, sueño que iba creciendo con el paso del tiempo. Que quede bien claro que el tirón del terruño distaba muy mucho de los imperantes sentimentalismos y patrioterismos hímnicos, flamencos y populacheros en el ocaso del franquismo: “Y viva España…” “España es la mejor”, “…alzad los brazos hijos del pueblo español que vuelve a resurgir” etc. etc.

Pertrechado para lo que saliese, gracias a la experiencia cosechada en las diversas y dispersas actividades, a mi flamante título de doctor en filología germánica y a las numerosas amistades y contactos - de subrayar los jesuíticos de Sankt Georgen en Offenbach, escuela de filosofía y teología de rango internacional- los primeros tanteos de repatriación aparecieron en nuestra agenda de ensueños. ¡Y quién lo iba a decir!, Madrid cosechó el primer intento fallido de retorno a tierras hispanas. El viaje a la capitalidad del país, en un sofocante día de julio vacacional en Salamanca, fue decepcionante. A la fría y distante entrevista con el director de renombrada editorial española, que publicitaba plaza de traductor de alemán, siguió una auténtica noche toledana en vela, en un ruidoso, asfixinate e inhóspito hostal de la Costanilla de los Ángeles. Pero como no hay mal que por bien no venga, ese pedacito del viejo Madrid histórico, entre la Plaza de Santo Domingo y El Arenal, se convirtió en uno de mis deambuleos y callejeos madrileños predilectos al asentarnos definitivamente en Majadahonda.

Muy distinta, y de inesperada y extraordinaria dimensión, fue la oportunidad que me brindaba Bilbao, con su entonces prestigiosa Comercial y su floreciente Facultad Literaria de Deusto (hoy moderno y renovado campus) . Histórico e inolvidable el viaje relámpago, en solitario y en tren, Frankfurt/Irún, donde me esperaban los primos Consuelo y Benjamín, desde entonces inseparables, para ultimar detalles y firmar contrato en Deusto, como promotor del Departamento de Alemán.
Universidad de Deusto, en la actualidad.
Desde Begoña, donde entonces residían, una soleada y tibia mañana de radiante domingo otoñal, cuando Alemania registraba ya los primeros latigazos invernales, los primos me llevaron a conocer Algorta y el Cantábrico, quedando yo prendado y prendido en su belleza paisajista, en la animación de calles y bares, en la campechanía y cordialidad de sus gentes. El salto definitivo desde el corazón de Europa al norte de la península ibérica estaba ya decidido. El traumático futuro profesional aparecía aliviado en la desconocida universidad que me abrió todas sus puertas con trabajo y contrato asegurados. La entusiasta y total entrega, la estrecha colaboración y sintonización con el entonces Decano, Padre Saenz de Santamaría y Ramón Areitio, su sucesor y compañero de pala y frontenis, me llevaron, sin buscarlo ni merecerlo, a tener que compaginar docencia con secretaría de Facultad y vice-decanato de Modernas (todo ello bien merece capítulos especiales).

Los expresos que me devolvieron a la ciudad del Main debieron circular a mayor velocidad de lo normal, pues, viaje tan largo se tornó cortísimo. Todo marchó sobre raíles. El intrépido viajero retornaba rejuvenecido soñador: fabricando planes, atando cabos y tendiendo cables. Levantando castillos en el aire, configurando escenarios a orillas del Nervión y del Cantábrico, trazando proyectos, absurdos algunos, románticos todos. Y dicho y hecho. La euforia ante la nueva aventura contagió a la familia entera y a su entorno. Y un amigo de entre la multitud, Jokin Gárate, estudiante algorteño de teología en Offenbach, sabedor de nuestro anhelado retorno a España y a la Universidad de Deusto y mi predilección por Algorta, se encargó de que su tía Begoña Gárate de Villamonte, convirtiese en realidad nuestras ilusiones. De la noche a la mañana nos había agenciado piso amueblado en la acogedora urbanización algorteña. La entrañable familia Gárate y la vecindad, encarnada en la paternal figura del Onkel Benito, fueron culpables de nuestro asentamiento definitivo en la calle Kasune y de nuestro enraizamiento en la cultura y pueblo vascos. La honradez y sencillez, el contagiante espíritu de trabajo, de amistad y filantropía vascas convirtieron a Algorta, Berango, Deusto y Ermua, en casa y cuna de González, Regalados, Pedraz y otras hierbas charras. Mis llamadas, el empujoncito inicial y la posterior y ejemplar adaptación, laboriosidad y seducción de todos ellos hicieron el resto. 

Debo cortar esta narración, pues, la emoción del recuerdo me ha arrastrado involuntariamente de las cimas del Pagasarri a los cerros de Úbeda. 

lunes, 23 de junio de 2014

FOTOGRAMAS FAMILIARES ENTRAÑABLES

Historia de la génesis de una familia 

A medida que se van cerrando capítulos, pasando páginas y acumulando años, más costoso y cuesta arriba se le va haciendo a este bloguero el oficio de la pluma. Sin embargo, al relatar algunos acontecimientos y recordar fechas y momentos de lo más singulares y hermosos de mi currículum, los obstáculos se achican y las dificultades se simplifican. Tal es el caso de la llegada - ¡ya va siendo hora!- aparición y primeros pasos - años de nuestras tres primera hijas en Frankfurt o Salamanca: Antje, Emma y Blancaluz. ¡Tres eran tres! Y a diferencia de las de Elena, las tres buenas, bonitas y bien-recibidas.

Consciente de que con palabras sería incapaz de plasmar la bella realidad de los comienzos, llegada y feliz aparición de las González-Herrero, dejemos que las instantáneas que siguen sirvan de presentación oficial en sociedad: en un hospital y clínica frankfurtenses o en un hogar salmantino. 


Y como complemento y demostración de cuanto antecede, sirvan también algunas de las numerosas, bellas y cariñosas felicitaciones: muestras de afecto y simpatía de  los nuevos y leales amigos que Alemania iba regalándonos. Felicitaciones y fotos que contagian y reverdecen sentimientos de alegría que nunca mueren.




A la acelerada prisa hacia el altar, tras casi una década de interminable noviazgo, motivada por la primera “crisis laboral” de nuestra historia, siguió el inmediato apresuramiento por formar una familia. Escandalosa celeridad en la Alemania de postguerra en años de austeridad, antesala del milagro y del cacareado Wohlstand (bienestar) tedesco. La faraónica natalidad inmigratoria sureña frenaba y desaceleraba la mesurada planificación económica germana.

Después de tantos años, con la calma y serenidad de la vejez, se paladean mejor los felices años primeros de la infancia de nuestras/os hijas/os. Circunstancias y eventos que no pudimos disfrutar plenamente a su tiempo, por el maldito afán de seguridad y escalonamiento profesional.

Actas de nacimiento privadas, ingenuas y abreviadas: nombre, lugar, fecha, doctor y parte meteorológico

1. El nombre del primer(a) vástago debiera empezar por A. Teoría de amigo alemán) - 4 julio 1957 – Frankfurt/M. , Hospital zum Heiligen Geist – Dr. Niedermeier, vecino del barrio (cordial, v. foto) Ayudante del Dr. Bader) - Calor sofocante: "Hitzewelle" (ola de calor). La rubita rebelde se hizo esperar más de la cuenta. Varios días de suspense.

2. Nombre del segundo vástago, copia del nombre de los padres - 20 junio 1958 – Salamanca - Casa de los abuelitos, calle Isidro Segovia, (habitual  parto en casa) - Dr. Angel García, Prof. Univ. (apto) – El pobre padre,  exiliado y desasosegado en Alemania, esperando noticias de las Españas. Viaje de ida-vuelta Frankfurt/M- Wolfsburg (7OO kms!) sufriendo las inclemencias del comienzo de un solsticio de verano lluvioso e invernal - Corresponsal a la fábrica Volkswagen.

3. Nombre del tercer vástago, culpable: la meteorología – 15 enero 1960 – Frankfurt/M – Clínica de nombre olvidado – Dr. Bader (paternal)– Noche para románticos: en lo más alto del cenit, la lunita de enero plateando la ciudad del Main, cubierta de  histórico manto de nieve. Modesto VW con futura mamá rompiendo el silencio de la madrugada. El nombre de la neófita se le supone. 
                           



miércoles, 7 de mayo de 2014

¡88 T A C O S! = 88 P R I M A V E R A S

Ilustración de Iribú (Irene Burgos) para su abuelo
Para los suspicaces o desconfiados que sospechan que lo de “Octogenario afortunado” sea simple recurso literario, les recomiendo lectura del presente capítulo de actualidad, dedicado en primer término a familiares y amigos que me homenajearon e hicieron feliz con su presencia y sus atenciones este 17 de abril, Jueves Santo de especialísimo cumpleaños, de radiante y verde primavera, con la colina a rebosar de perfumes, luz y color: esbeltos lirios morados, arbustos cuajados de exuberantes ramilletes de lilas, manzanos y membrillos en florida exposición. Pero agradecimiento y dedicación merecen también quienes testimoniaron telefónicamente recuerdo y cariño con su felicitación desde Inglaterra, Noruega, Alemania, Corea, Mediterráneo, Majadahonda, Madrid, Salamanca etc. Omito nombres, pues, bien saben todos ellos , que ocupan lugar favorito en mi corazón.

Disculpen unos y otros, todos mis lectores, este batiburrillo y mestizaje de churras y merinas  al trocar memorias autobiográficas en divagaciones y rechiflas socio-lingüísticas. Debo aclarar que en ésta nuestra familia priman letras, lenguas y arte sobre ciencias, técnica y economías, y que las siguientes elucubraciones son fruto de las numerosas veladas, sobremesas, cafés y tertulias familiares de la Colina, en las que no puede faltar la compañía del diccionario o la enciclopedia, ni las polémicas y divertidas disertaciones y discusiones lingüísticas: etimológicas y semánticas a la cabeza. La ocurrencia de tan llamativo título merece aclaración justificatoria. Culpable de él, entre otras razones, fue un compañero de petanca quien al enterarse de mi cumpleaños y de la desorbitada pila de años, como respuesta a su pregunta – "¿Cuántos caen?", exclamó entre irónico y admirado: - "¡Ostras! - ¡88 tacos!" -  a la que correspondí  sacando pecho y tonos de tenor: "¡y vivito y coleando". Pudiera haber continuado: "Y acercando al boliche como pocos". Callé, por no pasarme de listo y por respeto … "¡Y podando y cavando. Y cortando hierba de medio metro… ¡¡Y…blogueando!!..." ¿Alguien da más con estos años y con esta chulería?
Pero algo que no  me cuadra  y continuamente ronda mi mollera noche y día: la sinonimia de "tacos" = a años. Y cuán grande sería la sorpresa al constatar que ni nuestra RAE en su diccionario de autoridades, ni enciclopedia, Internet y glosario alguno – incluido el "Glosario de lunfardo" bonaerense, obsequio y memoria permanente de nuestros queridos platenses Kitty y Roberto - recogen en el término "taco" expresión alguna vinculada a "año". En las múltiples acepciones – ¡17 nada menos! - figuran las expresiones y significados consabidos. A continuación, algunas de las más utilizadas por el hablante de la calle: "Palabra malsonante reñida con la buena educación" ( El bieneducado bloguero no ha soltado  en su vida ni media docena de tacos. ¡Inconcebibles, por tanto, los 88 del epigrafiado!  Solamente recuerdo uno en mi largo recorrido profesional: en la Complu, un par de alumnas chuchicheaban, jijeaban y molestaban ininterrumpidamente en la última fila de una clase. Al comprobar que pasaban por alto mi primera amonestación, solté un puñetazo en la mesa acompañado de un sonoro "Ya está bien ¡C.Ñ.!", palabreja  que produjo sepulcral silencio y una ola de estupefacción en la mayoría de unos rostros que no concebían tal disonancia en la boca de su respetado profesor.

"¡Qué bien sienta soltar un taco!", titulaba al respecto el brillantísimo escritor y periodista Antonio Lucas en el magazin de un diario nacional. Y también puede sentar bien "un trago de vino" (fig. y familiar) o "un regüeldo" (l. de germanías). Asimismo otra acepción es "echar y soltar un  taco" como voto o juramento según la RAE. Muy conocidos son el "taco de billar" y el "conjunto de hojas de papel superpuestas que forman el moderno calendario de pared". No sé qué entenderán los académicos por moderno calendario de pared pues, el taco que cuelga en el rinconcito de nuestra cocina y del que el Opa quita la hojita diaria a la hora del desayuno es tan viejo como Matusalén. El Taco del Mensajero (editorial bilbaína) es hoy día una antigualla que algunos nostálgicos redescubrieron hace unos años para estar al tanto del santo del día, de las fases de la luna, salida y puesta del sol, y algún que otro chascarrillo, refranes y adivinanzas y pensamientos de grades hombres, pensadores y moralistas. Me "estoy formando tal taco", igual a "lío o embrollo" que …, ¡voto a tal!, soltando tacos me he extraviado por los cerros de Úbeda de la sinonimia, de la semántica y etimologías y ya ni me cabe en la mollera cómo diablos, taco, según la RAE, pueda proceder de "atacar".

Dejemos en paz al afortunado o disparatado título del capítulo y, si los hablantes son quienes hacen el lenguaje, bienrecibida la ocurrencia de "88 tacos" por años y, tan buena  o mejor, la genialidad de los poetas computando los años por primaveras. ¡Ojalá! que las restantes sean tan verdes, floridas y hermosas como la de este 17 de abril de 2014.
Paso los bártulos y el embrollo a nuestra ilustre ilustradora Irene que con su encanto y arte pondrá  el pertinente punto final.

PS.  Aviso para navegantes : ¡ERROR GRAVÍSIMO! ¡La guinda a la tarta cumpleañera! Según crítica informativa de una de mis supervisoras,  el diccionario de la RAE en la edición actual de 2002, 22ª, recoge en su entrada 27: "taco" m. pl. coloq.- Años de edad. Tiene 20 años. ¡Mea culpa.! ¡ Imperdonable que un colega con 88 tacos continúe usando todavía la 18ª edición de 1956! Bien es que perdón merezca por tratarse de la edición del glorioso año de su boda y su partida para Alemania. 

domingo, 20 de abril de 2014

VEGAS DE MATUTE:

con el rumbo del viento a mi favor

Mapa de situación de Vegas de Matute
La historia alada de mi vida profesional, orientada a la enseñanza oficial, hoy apodada pública, comenzaba donde nunca hubiera soñado y menos imaginado. Ignoro si solicitado. El caso fue que, a la instancia-solicitud de interinidades, siguió, con inesperada prontitud, el nombramiento de maestro interino en la escuela de niños del remoto, y absolutamente desconocido, Vegas de Matute. Apartado e incomunicado pueblecito segoviano en las estribaciones meridionales del Guadarrama, a la caída de la Mujer Muerta y a los pies de los montes conocidos como Calocos. ¿Quién iba a predecir al llegar a este perdido rincón castellano que, este rinconcito sureño segoviano, de pobre agricultura y ganadería, decadentes caleras con sus hornos semiapagados y acusando ya la seductora atracción migratoria de Madrid en el horizonte, iba a ser providencial en mi futuro profesional?

Esta primera escuela sería punto de partida de mi camino profesoral, cimentado en el retiro de mi Carrascal bajo el lema de “aprender enseñando y enseñar aprendiendo” y que discurriendo por Alemania y Bilbao finalizaría en la Complutense madrileña. El reducidísimo horizonte de campanario de aldea charra se ampliaba y ensanchaba de la noche a la mañana a límites insospechados. Aprendí a ver la vida con otros ojos. Comencé a disfrutar de independencia y libertad económicas, 600 pesetas mensuales eran en aquellos tiempos un fortunón para el jovenzuelo veinteañero, a vencer miedos, superar timideces y sobreponerme a las lógicas dificultades. Especialmente las del alojamiento en una reducida, oscura, fría e inhóspita habitación con un minúsculo ventanuco. Eso sí, en el corazón de la plaza y de exclusiva propiedad, pues, era sala de la primitiva casa secular del maestro, alquilada, por la módica renta de asistencia y manutención, por consejo del alcalde a su sobrino, humilde trabajador y buena persona, casado y con un bebecito.

Vegas de Matute
VEGAS DE MATUTE
(del libro "La arquitectura gótica en la Tierra de Segovia")
Sin embargo, cuando se guarda un grato recuerdo de las cosas, es porque han valido la pena. O que se ha aprendido a ver el pasado desde el ángulo más bello de la vida: el del optimismo y la ilusión. El nuevo escenario que brindaba Vegas era, ligeramente retocado, muy similar al de Carrascal, y el ritmo de vida, el habitual en una aldea castellana. Los primeros pasos profesionales fueron lisos, llanos, y fugaces. En momento alguno escuché en el pueblo alusión o referencias a mi antecesor o antecesores en la escuela de niños, lo que hacía sospechar que no fueron mirlos blancos. La compañera en la contigua escuela de niñas,cerca ya de su jubilación, estaba acomodada al lento y aletargado discurrir del vivir pueblerino.

Para el joven principiante llegado de la remota charrería, cargado de ilusiones y ganas de buen hacer, le resultó coser y cantar ganarse el corazoncito de sus niños y la estima de padres y mayores. Incluso la de los jóvenes, al organizar las clases nocturnas, o escuela de adultos, sirviéndome de las prácticas adquiridas en Carrascal y San Pedro. En la escuela de día enseñaba a la veintena larga de rapazuelos algo más que las simples y tradicionales cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir), rudimentos de lectura y escritura y cuatro generalidades de la enciclopedia Álvarez. Yo incluía en los recreos y tardes libres de los jueves (¿podrás imaginarte, querido lector, que en aquellos tiempos también se trabajaba los sábados?) mis “lecciones de cosas”: amor a los animales (perros, pájaros, vacas…), a la naturaleza (río, arroyo, montaña, árboles, arbustos, flores y plantas…), a los deportes (fútbol, pelota…), todas ellas con las consiguientes prácticas en la dehesa, en la plaza y plazoletas, en el frontón, en el río (inolvidable el espectáculo en una oscura covachuela poblada con centenares y hasta millares de murciélagos arracimados formando una ingente piña colgada de la roca).

Sirva el siguiente ejemplo de testimonio de una feliz experiencia que marcaría de verde ilusionador mis primeros pasos docentes  (todavía resuena en mis oídos la algarabía y alboroto en un recreo de ese día):  un grupito manteaba, cual si fuera un “sanchico”, lanzando a lo alto la chaqueta de un pequeñajo y regordete, por nombre Crescenciano, herencia de los ilustres emperadores romanos que nacieron o merodearon por estas tierras. Nuestro héroe, luchador y poseedor de una férrea voluntad, peleaba tenaz con la prueba de restar y multiplicar, mordiéndose los labios y derramando gruesos lagrimones cuando ésta se le resistía tercamente. -“¡ Bravo Crescen!¡ Qué grande eres!”- le felicité el día que consiguió el pleno. -“Cuando salgas a recreo, tiras la chaqueta por alto.” -Y el bonachón escolar y sus compinches cumplieron al pie de la letra la extrañísima felicitación de su maestro.

Foto de grupo
Después de más de una vida (¡ sesenta y pico de años!), siento todavía una inmensa gratitud hacia tres personas, que fueron quienes marcaron el nuevo y definitivo rumbo de mi vida y quienes me prepararon para vadear por libre el río de mi futuro. Lugar preeminente ocupan los médicos del lugar, D. Francisco Brandli y su esposa Dª Mercedes Matesanz (mamá con bebé en brazos en la foto). Don Paco no encajaba en el molde de “médico de aldea”.  Su exótico apellido denota su ascendencia suiza, aunque era nacido madrileño. Atendía a otros dos anejos, Valdeprado y Guijasalbas. Profesional íntegro y bien estimado, culto, leído y supereducado. Distante como buen germano. Nunca utilizaba el tuteo. Para él, como para todo el pueblo, fui siempre D. Manuel, lo que me sentaba como un tiro. A él y a su mujer, y a su hospitalidad debo las largas y animadas veladas invernales, en las que privaban la historia, la literatura y el arte. Y en las que, como buen madridista, no podía faltar el fútbol. Los fríos, apuros y amarguras eran aliviados con las continuas muestras de afecto y amistad. Ellos contribuyeron a encauzar mi vida, a preparar temas y materias para los primeros exámenes libres en la Facultas de Letras de Salamanca. El contacto pervivió durante muchos años como testimonian recíprocas visitas: la nuestra a Vegas, Palmira y tres hijas, ya a puertas de la jubilación él, en la nueva casa del médico en la afueras del pueblo, y la recíproca de la pareja a Palacios, acompañados de su hijo pequeño.

Hay una tercera persona con nombre de poeta de coplas históricas, es decir Manrique, a quien no puedo silenciar si escribo sobre Vegas de Matute. Era a primeros de mayo, cuando la florida primavera tocada de luz y color, cuando el curso declinaba y arreciaba el calor, cuando en la escuela aparece el siempre temido inspector. Mis muchachos se portaron como jabatos y pasaron la prueba con sobresaliente. Así constaba en la felicitación-informe escrito del inspector segoviano. Persona amable y afable, cordial y paternal. Sus palabras de despedida en Guijasalbas, hasta donde le acompañé para tomar el autobús de vuelta Ávila-Segovia, merecen público agradecimiento: “Siga usted estudiando. No se entierre en un pueblecillo de mala muerte”. Palabras halagadoras y estimulantes. En mi destino o en mi suerte influyeron personas cuyo nombre no recuerdo. Recuerdos vagos y desordenados en las ruinas de mi memoria. Actividades, preocupaciones juveniles y profesionales, decisiones y actuaciones, celebraciones que rebrotan al revivirlas. Vaya donde vaya y sople el viento de donde venga, al cruzar la cordillera de Guadarrama por los túneles o por los Altos de Los Leones o Navacerrada, siempre me acompañan y saludan amigables el Caloco, el Montón de Trigo, el Minguete, el Pasapán y el Pico del Oso, representantes orgullosos de la montañosa cuerda de la Mujer Muerta, sin olvidar la ermita de San Antonio del Alto del altozano en los confines de Las Navas, Vegas y Zarzuela del Monte.

Como buen romántico, llevo el paisaje escrito en la memoria y grabado en el corazón. De aquel breve espacio de tiempo -un curso completo y un cuatrimestre- rememoro: excursión a El Escorial con el curso de nocturnos, adolescentes y mozos (1ª visita al célebre monasterio). Excursión a las faldas de la Mujer Muerta con un trío de matrimonios jóvenes (padres de alumnos). Incomparable belleza la de la montaña tocada en el mes de junio de hermosa capa amarilla de aliagas y …ascensión primera a Navacerrada con un exalumno, (v. foto del impresentable alpinista en el Pico del Noruego).
Fiestas y festejos populares, debilidad insuperable del bloguero: la jota final del baile dominical de dulzaina segoviana y tambor en la plaza. Viva en mi retina la imagen de uno de mis nocturnos, hijo de un panadero, pequeño artista bailarín, saltando, brincando, irradiando con movimientos y gestos de brazos y piernas alegría y entusiasmo. Invitaciones a la fiesta del Cristo del Caloco en El Espinar y a la romería más popular y celebrada de la comarca, a la primera convidado por los padres de un alumno de la alquería de La Losa y a la segunda por la hija pequeña del alcalde.

No puedo dejar el apartado viajes históricos: Los primeros jueves de mes, viaje a la capital para cobrar. El viaje mas rentable y gastronómico. Los funcionarios -todavía no existía el ¡gran invento! de las cajas de ahorro- tenían que ir a la ciudad a recibir su soldada en metálico de manos del habilitado, tipo arrogante y distante (por algo estaba capacitado para distribuir fondos del estado). ¡Allá él con sus cuentas! El caso es que los funcionarios de pueblo disfrutábamos, una vez al mes, de la posibilidad de una visita, si no a Casa Cándido, sí a alguno de los restaurantes de Juan Bravo o la Plaza Mayor segoviana.

Y para poner fin a esta crónica, unas líneas negras sobre blanco en página gris: los viajes vacacionales de Navas a Salamanca sabíamos cómo comenzaban, con la maleta al hombro desde Vegas a Navas de San Antonio para tomar el Auto-Res Madrid-Salamanca, pero no sabíamos como acabarían. Pues, el autobús tenía la maldita costumbre de no parar en Navas cuando venía completo. Y este fue el caso en que el autobús de una tarde prenavideña pasó de largo dejando al pobre viajero con tres palmos de narices y teniendo que pernoctar en una fonda de carretera. Operación que repitió el autobusero de la mañana siguiente. Y para llegar a Salamanca no le quedó otro remedio al pobre maestro de Navas que cargar la maleta de madera al hombro y caminar varios kilómetros hasta Villacastín, para allí tomar el coche de línea Segovia-Ávila y empalmar con el tren-burra Madrid-Salamanca.

Y… colorín colorado. Para aventuras y cuentos, basta hurgar en el pasado!