martes, 19 de noviembre de 2013

VACACIONES ESTIVALES CON CADENCIAS OTOÑALES

(Primera parte)


Perdonen nuestros lectores la metamorfosis de mi blog convertido en pseudo-diario íntimo. Las memorias no son siempre relatos de recuerdos de antaño, sino también comunicación de sentimientos y vivencias recientes.

Las vacaciones de verano del 2013 (primero y último13) de mis andaduras terrenales comenzaron en Palacios un 2 de julio y concluyeron un 2 de septiembre del fatídico mal-augurador año. Dos meses justos tras un impertinente retraso, que Dios quiera no vuelva a repetirse: Antje hospitalizada en la Clínica Moncloa y el Opa con un resfriado de garganta. Si a estas incidencias añadimos la primavera gris, con una Omi “radiándose“ y un Opa operándose de cataratas, pues, como recoge el dicho popular, “apaga y vámonos”.


Acompañados de Lucila, Inés y Martín, Palacios nos recibió con un sol cegador, sofocante y asfixiante, batiendo records: tres o cuatro días acercándonos a los 40º. ¿Sería la temperatura, las circunstancias familiares, una Colina menos concurrida de lo habitual, las oscuras gafas de sol obligatorias, las causantes del retorno a la realidad insospechada, escondida tras el espejo, falso amigo, o el espejismo de la edad, en apariencia insospechable? “No sé, pero hay algo que explicar no puedo” - parafraseando al romántico Bécquer.

Los días, largos. Semejantes a las noches. Grises, aunque soleados, los primeros y, oscuras y borrascosas las últimas: el sueño, costoso de reconciliar. Los fines de semana, inmensos: de jueves a lunes. Algunos en solitario como el primero. Día y noche girando en torno al teléfono esperando noticias de Antje. Soledad atenuada con la cariñosa compañía de María José para ahuyentar los fantasmas tenebrosos de La Colina.

Nos trasladamos a la calle La Fuente de Palacios, buscando la amorosa compañía de la vecindad - Tere y Miguel Ángel - y acompañados durante los paseos nocturnos tranquilizadores de Pepita o Sure. El acogedor dormitorio de Andrés con antigua campana de cocina castellana y su claraboya-observatorio de estrellas elevó ligeramente mi decaído ánimo.

La enfermedad de Antje y vacío de la Colina fueron circunstancias que enturbiaron el rumbo veraniego. La incertidumbre del pronóstico en la Moncloa, el peso de la edad, de los años y del pasado planeando sobre la Colina y reflejados en tristes horizontes, próximos y lejanos. La evolución del pueblo y sus gentes. La transformación del campo y la campiña: amarillentas y mortecinas rastrojeras deshabitadas, bostezando aburrimiento, los oscuros pinares de los Cerracines, las pacientes, tristes y serias - este año frondosas - encinas clamando compañía animal o humana.

A mediados mes llegó la necesitada y ansiada compañía de Emma-Juan. Se hizo la luz. Efímera ante los inminentes acontecimientos, pero graciosamente animada por los coristas de los Peñascales, Juande, Manolo e Inma, quienes dieron sabor a la parrillada y a la velada de despedida, con el humor del charro Manolo, rememorando historietas y batallas de niñez y juventud en nuestra Salamanca.

También inolvidable el reencuentro con la Tante Lola y el Onkel Pepe en Salamanca .La cariñosísima Tante, que telefoneaba y rezaba diariamente por Antje, como otras(os) amigas(os) creyentes, para que todo resultase bien. La fe mueve montañas. Los aperitivos cinco estrellas en un bar de la calle Zamora y el humor característico e insuperable del Onkel (ejemplar siempre su filosofía y postura modélicas ante los achaques) fueron reconfortante remedio para mi alicaída moral.

Y la casi institucionalizada visita de Paloma, casi una más de la familia, Jorge, siempre dispuesto a echar una mano en lo que sea, Iván, mi pequeño gran amigo y su hermanita Ángela, llegan a la Colina para aligerarnos del peso del verano con dejes otoñales, ya que anuncian de nuevo el vacío de la Colina por otra semanita.

El 22 de julio queda especialmente registrado en mi memoria: la operación de Antje: sol tibio las primeras horas del día, atardecer lento y fresco. Las primeras noticias son satisfactorias, pero quedamos a la espera del resultado de la biopsia.

Inesperada y terapéutica la visita de Xili-Jesús. Los quijotescos molinos de viento en los altozanos de la raya norte giraban incansables y desafiantes. Bocanadas de aire fresco. El teléfono cambia de tono. No todo son penas y pesares. La vigorosa y recuperada, siempre cordial y animosa, voz de Jesús anunciando su visita desde Golpejas cambió la película ya en la antevíspera. Xili con su dulce sonrisa de oro y su placentera y contagiosa bondad, Jesús con su bromista entusiasmo y su bonhomía, y Emma y Juan con su exquisita merienda, marca de la casa, en la quietud acogedora de sus tenadas, curaron por algunos días nuestra melancolía y nos contagiaron de su positiva firmeza y animosidad.

Lucila, Joseba, Inés y Martín regresan, reanimando y revitalizando nuevamente La Colina. Antje débil y encamada y todavía con dieta total, se recupera poco a poco: los besos y abrazos de madre y hermana pequeña sirvieron de medicamento reconstituyente y reconfortante.

 “Dejemos hablar al viento” (J.C. Onetti) ¡Dejemos cantar a los pájaros! Jugar, corretear y gritar a los niños. Chapotear y regocijarse en la piscina, Martín con su tranquilo y bonachón amigo Marcos, filósofo en ciernes, Inés bailoteando con su amiga Carla en todas partes. Contemplemos el desfile de las nubes, la belleza y magnificencia de los gigantescos cúmulos por oriente y occidente agrandada y esclarecida con mis nuevos cristales de aumento. Mas, no podemos cambiar su rumbo. Ni el susurro del viento. Ni regular el lenguaje de las aves. Los pájaros interrumpen sus trinos entrado el verano con el cambio de sus plumas y el silencio se enseñorea de los bosques y los campos. Las puestas de sol persistían este mes en su nostálgica belleza. El resplandor de la luna se tornaba más pálido. Pero al día siguiente el sol se levantaba brillante y estimulante por levante anunciando la continuidad de la vida.
Algunos días y la mayoría. Las horas transcurren lentas y los días… suma de contradicciones. Como la vida misma. Conjunto de sombras y luces. De estas últimas dan testimonio “El Huerto”, bálsamo de esperanza y entretenimiento y “La Viña”, sanatorio de mente y cuerpo.